Charles Chaplin
(Londres, 1889-Corsier –sur-Vevey, 1977) ha declarado en alguna que otra
ocasión que “La quimera del oro” es la película por la que más quería ser
recordado. En efecto, el genial cineasta inglés, inspirándose en la novela
homónima de Jack London (1876-1916)
que a su vez relata la fiebre del oro que realmente ocurrió a finales del siglo
XIX en el Klondike (Canadá), y en el desastre de la expedición Donner, sucedido
en 1846, donde sitiada por la nieve en Sierra Nevada (EE.UU.) terminó
comiéndose los mocasines y los cadáveres de algunos de sus integrantes muertos,
realiza aquí una de las mejores y más relevantes comedias de la historia del
cine.
Una
película considerada universalmente así, no solo por su humor innovador y sus
inolvidables escenas icónicas, sino también por su capacidad de saber mezclar
comedia, drama y crítica social. Todo ello acompañado de una profunda reflexión
sobre la condición humana. Y es que la historia del solitario inmigrante en
busca de fortuna, además de hacer reír en numerosas secuencias de manera
ingeniosa, emociona hasta estremecer.
Hoy,
en un mundo capitalista en total decadencia, la magnífica película de Chaplin,
que tiene un siglo de existencia, mantiene viva su crítica al poder del dinero,
mientras defiende la esperanza y la necesidad de combatir la adversidad.






