Transcribimos de Wikipedia: “Alcarrás (oficialmente en catalán Alcarràs) es un municipio de Cataluña, España. Perteneciente a la provincia de Lérida, en el oeste de la comarca del Segriá, en el límite con Aragón y a la derecha del río Segre”. Actualmente tiene una población de 9787 habitantes, y su economía se basa en la agricultura y en la ganadería bovina, ovina, porcina y avicultura”. Hasta aquí, esos elementos para situarnos geográfica y económicamente en el meollo del asunto. Para Carla Simón (Barcelona, 1986), directora talentosa de su ópera prima Verano 1993 (2017), “Alcarràs – su segunda producción - trata de una historia sobre la pertenencia a una tierra, a un lugar. Un drama sobre las perpetuas tensiones generacionales”, pero también – añade - “sobre la importancia de la unidad familiar en tiempos de crisis”.
Efectivamente, de todo eso nos habla la cineasta catalana y la familia Solé en el galardonado filme. Una parentela que después de ochenta años cultivando la misma tierra se reúne para realizar juntos la última cosecha. La del melocotón que ya no es lo suficientemente rentable como para continuar la explotación. Pero ¿no rentable, para quién? Según vemos, para grandes empresas que, en el caso presente, especulan sin escrúpulos sobre la instalación de placas solares en detrimento (o desaparición) de las actividades agrícolas. ¿No suena esto a algo que está ocurriendo en estos días?
Por tanto, estamos ante un drama rural familiar que, además de quemarse de actualidad, hace reflexionar sobre el tipo de sociedad que queremos y sobre el futuro de los pequeños agricultores. Una película coral que tiene el valor añadido de estar protagonizada por actores no profesionales, pero que saben de lo que hablan.
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