Y es que en realidad de lo que trata el filme es de la recuperación de personas que por diferentes motivos se ven marginadas de la sociedad. Y todo, contado de manera amable, humana y optimista porque según palabras del cineasta francés “no quiere hacer películas desesperadas, incluso cuando lidian con realidades muy oscuras”. Propósito que no dificulta en nada poder mostrar al espectador/a el vacío, la ausencia, la vacuidad total y la espera diaria que sienten los presos en su confinamiento obligatorio. Transformándose entonces el texto de Samuel Beckett en un elemento cultural muy importante. Es decir, en una herramienta extremadamente útil para la reinserción de los reclusos privados de libertad.
Estamos, pues, y pese a la seriedad del tema, ante una buena comedia que divierte y conmueve; consiguiendo, además, que el espectador/a se sienta al final de la proyección más humano y tolerante. Sin duda alguna, valores indispensables en los tiempos confusos y convulsos que vivimos en nuestros días.
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