Antes de valorar la calidad cinematográfica de esta película norteamericana de los años cincuenta, deberíamos tener presente las siguientes consideraciones: Primero, el cómo y en qué circunstancias se filmó este impactante drama social; segundo, el talento y el compromiso político de su realizador, Herbert J. Biberman (1900-1971), uno de los numerosos cineastas represaliados por el macartismo en Hollywood, y, en tercer lugar, el arriesgado proyecto militante que un grupo de artistas quiso realizar para ensalzar en el cine la figura y el combate de la clase trabajadora.
“La sal de la tierra” se rodó en unas circunstancias de ataque a la libertad de expresión inimaginables, yendo hasta tener que trabajar bajo la presión y vigilancia del FBI y de magnates como Howard Hughes, empresario multimillonario, productor y director hollywoodiense. La película cuenta la historia de una larga y dura huelga de unos mineros mexicano-americanos en Nuevo México por mejoras laborales, a la que se unen sus mujeres con un mensaje feminista inaudito en aquella época y sorprendente aún en nuestros días.
Realizada como un semidocumental e interpretada espléndidamente en parte por actores no profesionales, el filme goza, además, de una puesta en escena vibrante, una magnífica fotografía en blanco y negro y un guión afilado y didáctico. Y todo ello gracias también a la impresionante interpretación de la actriz mexicana Rosaura Revueltas (encarcelada y deportada a México durante el rodaje) y al excelente trabajo de su director, cuya prometedora carrera cinematográfica se vio brutal e injustamente truncada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario