Esteban (soberbio Reynaldo Guanche) es un niño cubano de nueve años de edad. Tiene un don innato por la música, y le gusta a rabiar teclear el piano. Es su pasión. Esteban hace todo lo posible para que ese talento musical que lleva pegado a la piel se desarrolle convenientemente y se enriquezca. Pero Esteban no vive en Nueva York ni en París ni tampoco en Madrid. Vive en La Habana, en una Cuba castigada desde hace muchos años con el bloqueo económico y comercial norteamericano, y en esas circunstancias lo primero (sobrevivir, resistir) es lo primero, y lo demás (el genio, la maestría, la inspiración) viene después. Pero Esteban es un niño obstinado, y pese a las dificultades por realizar el sueño de convertirse en músico un día, perseverará en su empeño transformando su mundo y el de quienes le rodean.
Jonal
Cosculluela
(La Habana, 1977) que firma aquí con singular sensibilidad su ópera
prima ha explicado a la prensa que, “aunque todo se centra en la
figura del niño, en realidad muestra al cubano soñador,
persistente, es una película dirigida a las familias, a la
importancia que tienen los padres a la hora de acompañar a los hijos
en el transcurso de su vida”.
Otro
de los alicientes del filme, aparte el tema, la excelente
interpretación de sus actores principales y haber logrado el Premio
del Público en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, 2016,
es la música compuesta por el pianista de jazz afrocubano Chucho
Valdés.
Una música sublime que envuelve a una película que habla de lucha
contra la adversidad y por la realización de los sueños.
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