“En
la guerra había una época, un entusiasmo, una entrega que era
estimulante. En la posguerra hubo resignación, cabreo y la esperanza
de que todo aquello cambiara. Sin duda fue más dura la posguerra. Lo
que más me impresionó fueron las caras, las mujeres de luto, los
niños, siempre los niños. “Canciones para después de una guerra”
la había llenado de niños solitarios. Fue una mezcla de sorpresa,
asombro y espanto ante lo que la posguerra significó de sufrimiento,
miedo, padecimiento, compasión y solidaridad”. Con estas palabras
presentaba Basilio
Martín Patino
(Salamanca, 1930-Madrid, 2017) este documental que tiene como razón
de ser mostrar el enorme e irónico contraste entre una España
producto de la propaganda oficial y la España real de los difíciles
y sombríos años cuarenta y cincuenta.
La
película que había obtenido el permiso de la censura después de
que Patino
aceptara 27 de los 43 cortes exigidos, y que además había
conseguido subvenciones del Estado franquista, fue retirada en 1971
del Festival de San Sebastián, y posteriormente prohibida su
exhibición por una comisión constituida por el vicepresidente del
gobierno Luis
Carrero
Blanco,
y compuesta por funcionarios, obispos y militares.
Pese
a ello, al intento de secuestrar el negativo de la película y a las
manifestaciones de grupos de falangistas el día de su estreno en
1976, el filme consiguió un gran éxito de público y permaneció
en la cartelera madrileña más de cuatro meses seguidos. Hoy
“Canciones para después de una guerra” se ha convertido sin duda
ninguna en una obra de culto del cine español. “Fueron canciones
para sobrevivir. Canciones con calor, con ilusiones, con historia.
Canciones para sobreponerse a la oscuridad, al vacío, al miedo.
Canciones para ayudarnos en la necesidad de soñar, en el esfuerzo de
vivir”, apostilla Patino.
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