El
cine cubano tras el triunfo de la Revolución en 1959 estuvo marcado
por la huella de cineastas como Tomás
Gutiérrez Alea,
Julio
García Espinosa,
Humberto
Solás
o Santiago
Álvarez,
y por películas como “Historias de la Revolución”, “Cuba
baila”, “Lucia” o “Muerte al invasor”, en las que, con el
impulso del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficas
(ICAIC), se defendían y divulgaban las ideas de la nueva sociedad
socialista, en Cuba y en el resto del mundo. Un cine que con aquellos
nombres y aquellos títulos adquirió cartas de nobleza. Hoy el cine
producido en la isla más grande de las Antillas lo integran jóvenes
realizadores que, formados en instituciones públicas como la Escuela
Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, miran la
evolución de su país con ojos críticos.
Es
el caso de “Conducta”, la última película de Ernesto
Daranas (La
Habana, 1961), producida por el Ministerio de Cultura y el ICAIC.
Daranas,
que en anteriores trabajos se interesó por los problemas de la
sociedad habanera (prostitución, delincuencia, pobreza, etc.) incide
ahora sacudiendo el sistema educativo cubano (uno de los grandes
logros de la Revolución) con la historia de Chala (fabuloso Armando
Valdés Freyre):
un niño de 11 años que vive con su madre drogadicta en un barrio
marginal de La Habana Vieja, y que establece una relación especial
con su maestra de primaria Carmela (impresionante Alina
Rodríguez):
una docente que tiene bien claro que para que un niño se forme hacen
falta cuatro cosas: casa, escuela, rigor y afecto.
La
película, hermosa, dura y tierna a la vez, hace un retrato de La
Habana con gran contenido social, y nos permite conocer una de las
mejores cinematografías de Latinoamérica.
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