Existen
tópicos que, repitiéndolos infinitamente, tratan de imponer
pensamientos que se desean inamovibles, por ejemplo el que asevera
que “siempre ha habido ricos y pobres”, para que el rico mantenga
su posición privilegiada y el pobre acepte su condición de
necesitado. Otro cliché muy manido podría ser el que afirma que “la
familia es una y sagrada”, clara pretensión de sacralizarla y
mostrarla como un grupo de personas sin fisuras ni contratiempos.
Pues bien, de este tópico se encarga el director norteamericano John
Wells
(Virginia 1956) en esta impactante película, precisamente sobre la
familia (¿norteamericana?). Para ello, el realizador de “The
Company Men” se dota otra vez de unos magníficos actores
(impresionantes Meryl
Streep
y Julia
Roberts),
y partiendo de una exitosa pieza de teatro de Tracy
Letts
(guionista del filme), de la que ha tomado el título, los instala en
una casa, los agita y arma la marimorena. Es decir, ese núcleo
humano se quita la máscara de la unidad y fraternidad, se arranca la
piel con improperios y reproches y, ante nuestros ojos atónitos,
lava sin pudor su ropa sucia. Como en una especie de batalla
desesperada y perdida de antemano contra los fracasos y frustraciones
que las circunstancias y el maldito tiempo que pasa han acumulado. El
todo bajo el tórrido sol del mes de agosto en el estado sureño de
Oklahoma. Lo que no distiende en nada el claustrofóbico y sofocante
ambiente.
En
consecuencia, nos hallamos ante una película puro producto
hollywoodiense en la que la desmesura y el exceso del libreto no
privan el enorme placer de asistir a un ejercicio interpretativo de
los que marcan al espectador y hacen historia en el 7º Arte..
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