En una entrevista hecha en Diario Público cuando salió el filme, Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) afirma que Fue la mano de Dios “es una película sobre la sensibilidad. Y flotando por encima de todo, tan cerca y tan lejos, está Maradona, ese ídolo fantasmal, de metro setenta y cinco, que parecía sostener la vida de todos en Nápoles, o al menos la mía”. Y es que la película versa sobre este genio indiscutible del balompié, es decir, sobre su influencia mítica en el desarrollo de la historia. Una historia, finalmente, que no es otra que la del prestigioso realizador napolitano.
Fabietto Schisa (magnífico Filippo Scotti) es un adolescente candoroso a punto de ingresar en la Universidad sin saber con certeza todavía qué estudios quiere emprender. De momento observa la vida y lo que en ella ocurre de inesperado con ojos atónitos pero bien abiertos, y, sin apenas percatarse, va almacenando todo lo que ellos ven: alegrías, tristezas, dramas familiares, etc. Hasta el día en que la desdicha le aleja de esa ingrávida existencia, y el futuro de Fabietto se echa a rodar ineludiblemente.
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