En 2015 el cineasta estadounidense, Thomas McCarthy, dirigió una película valiente y comprometida sobre la pederastia en la Iglesia Católica norteamericana: Spotlight, que algo más tarde vimos y apreciamos en “Cine y Chocolate”. Hoy es el director de cine francés, François Ozon (Paris, 1967), autor de películas tan dispares como 8 mujeres, En la casa o Joven y bonita, quien toma el relevo de tan embarazoso y grave asunto, y lo lleva a la gran pantalla bajo el punto de vista de las víctimas, en su mayoría, fervientes católicos. Y esa es la gran novedad respecto al filme del realizador norteamericano. Pues allí eran unos periodistas, quienes realizaban la investigación de los deplorables hechos.
Impresionado por el escándalo que supuso en Francia la aparición, en 2015, del “affaire Bernard Preynat”, sacerdote de la diócesis de Lyon que abusó sexualmente de más de 70 niños entre 1980 y 1990, el director galo decidió averiguar lo que había sucedido, escribir un guión a la altura del crimen cometido y hacer una película que diera la voz a las víctimas. Y eso es, en esencia, Gracias a Dios. Una película necesaria para que hechos como los que denuncia no vuelvan a repetirse. Un filme brillante y documentalmente construido, narrado e interpretado como para que la Iglesia Católica, y no solo la francesa, se sientan concernidas, reflexionen y adopten medidas concretas que impidan tan horribles sucesos en el futuro. Medidas como las adoptadas en Francia por una “comisión independiente”, que en un detallado informe (“informe Sauvé”) denuncia más 300.000 víctimas en 7 décadas, de 1950 a 2020.
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