Antes
de convertirse (junto a Ernst
Lubitsch
y Howard
Hawks)
en uno de los mejores directores de comedias del cine norteamericano
de todos los tiempos, Billy
Wilder
(1906-2002) fue periodista y guionista cinematográfico de renombre.
Periodista en su natal Austria y también en Berlín –se dice que
en una mañana entrevistó a Sigmund
Freud
y a Richard
Strauss-,
y guionista en Francia y en los Estados Unidos, donde recibió asilo
tras huir del nazismo en 1933. Allí, en los USA del presidente
Roosevelt,
escribió, entre otros muchos guiones, dos extraordinarias comedias
para Ernst
Lubitsch:
“La octava mujer de Barba Azul” (1938) y “Ninotchka” (1939),
además de la comedia antifranquista “Adelante, mi amor” (1940),
de Mitchell
Leisen,
injustamente desconocida en nuestro país. Sin embargo, fue en 1942
cuando Billy
Wilder
inició su andadura como director de cine, produciendo 25 películas
hasta 1981, algunas de ellas verdaderas obras maestras, como
“Perdición” (1944), “El crepúsculo de los dioses” (1948),
“Con faldas y a lo loco” (1959) o “El apartamento” (1960),
donde a los aspectos más sórdidos de la naturaleza humana se une la
acidez corrosiva de sus incisivas comedias. “Primera plana”,
rodada en 1974, es un ejemplo claro de todo ello. Tercera adaptación
cinematográfica, tras las de Lewis
Milestone
(1931) y Howard
Hawks
(1941), cuenta la historia de amistad-odio entre un periodista a
punto de contraer matrimonio y su maquiavélico director, quien no
está dispuesto a quedarse sin la espectacular noticia de la
ejecución de un “malvado terrorista”.
En
definitiva un cine el de Billy
Wilder
que divierte y hace reflexionar, y que además, en más de una
ocasión, tuvo que lidiar con ingenio con los códigos de censura y
el puritanismo norteamericanos.
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