Wim
Wenders
(Düsseldorf, 1945), después de estudiar medicina y filosofía se
planteó seriamente ser cura pero un día del año 1966 se largó a
París, fijó su residencia en la Ciudad de la Luz y no paró de ver
películas en la Cinemateca francesa durante todo un año.“Algo de
todo aquello quedó en mí. Ahora bien, ¿cuánto?”, se preguntaba
el director de cine alemán en una entrevista concedida no hace mucho
a un diario madrileño. El tiempo ha demostrado que todo lo que
devoró en aquel extraordinario lugar, tanto cuantitativa como
cualitativamente, fue lo suficiente como para hacer de Wim
Wenders
uno de los cineastas europeos más relevantes. Obviamente la Iglesia
perdió un clérigo pero el 7º Arte ganó uno de sus grandes
autores. Y todos/as, poder ver hoy una de sus obras más
significativas.
“Paris,
Texas”, Palma de Oro del Festival de Cannes 1984, es un filme que
nos cuenta la historia de Travis Henderson (sensacional Harry
Dean Staton),
un hombre que a todas luces ha perdido la memoria, y que desde no se
sabe cuánto tiempo deambula por el desierto de Texas. Saber de dónde
viene y hacia dónde se dirige constituye el núcleo central de la
cinta. Un viaje bellamente contado durante el cual Travis irá
recuperando la memoria de cómo era su vida cuatro años antes,
cuando abandonó a su mujer y a su hijo.
Se
trata pues de una “road movie” cinematográfico en busca del
tiempo perdido, y en el que el cine alcanza cotas de enorme altura
gracias al guión soberbio de Sam
Shepard,
a la sugerente música de Ry
Cooder,
a la excelente fotografía de Robby
Múller
y a unas interpretaciones ya inolvidables.
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