Según
la definición más divulgada, “el Estado es el conjunto de
instituciones que poseen la autoridad y potestad para asumir y
ejercer, entre otras, las funciones de defensa, gobernación, justica
y seguridad”. Se supone - claro está - que en beneficio de sus
ciudadanos/as. Sin embargo, entre el dicho y el hecho,
lamentablemente, siempre hay un enorme trecho. Y si no que se lo
pregunten a Alberto
Rodríguez
(Sevilla, 1971), director de las interesantes películas “Grupo 7”
(2012) y “La isla mínima” (2014), quien fiel a su estilo
cinematográfico (el thriller) nos adentra en este filme en el lado
tenebroso del poder, es decir en el lugar en el que la ética y la
moral están por los suelos, y donde la corrupción y la depravación
campan a sus anchas.
Son, pues,
las cloacas del Estado español las que desfilan impávidas ante
nuestros ojos atónitos a través de la historia real de Francisco
Paesa
(formidable Eduard
Fernández),
un espía del gobierno de Felipe
González (1982-1996),
responsable de la Operación Sokoa contra ETA, que se ve envuelto en
un caso de extorsión en plena crisis de los GAL. Situación que le
conducirá años más tarde al encuentro con Luis
Roldán
(verosímil Carlos
Santos),
ex director general de la Guardia Civil, quien le solicitará su
ayuda para salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos (“porque
era lo que se hacía”) al erario público.
Estamos,
pues, ante unos hechos reales que, por mucho que cueste creerlo,
sobrepasan de largo la muy loable ficción. Unos acontecimientos
vergonzosos que, junto a otros de parecido calibre, condujeron, en
1996, “al gobierno más largo de la democracia” al descrédito y
al descalabro electoral. Un ambiente execrable que queda
perfectamente plasmado en esta cinta palpitante y turbadora.
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