Pocos
cineastas pueden vanagloriarse de conseguir con su Opera
Prima
una obra maestra. Charles
Laughton
(Inglaterra 1899 – Los Ángeles 1962) puede presumir de ello con
honor. Sobre todo si consideramos que se trata de su única película
como director de cine. Sin embargo, el fracaso comercial que acompañó
al estreno desanimó al gran actor británico para hacer otros
filmes, dejando por tanto en el tintero proyectos que sin duda
habrían sido grandes películas. Pero como el tiempo todo lo cura o
todo lo mata, éste transformó el fracaso inicial en un
extraordinario éxito de crítica, y posteriormente también de
público. Convirtiéndose así “La noche del cazador” en una
película culta para consumo obligado de todo buen cinéfilo.
La
historia, que se inscribe en el mejor cine expresionista alemán,
recordando – entre otras películas del género – a “Nosferatu”
(1922) de F.W.
Murnau
o a “M”, el vampiro de Dülsseldorf” (1931) de Fritz
Lang,
cuenta la terrible odisea de John y Pearl, dos niños que guardan en
una muñeca un botín que su padre ha robado, y que es codiciado
hasta la obsesión por Harry Powell (impresionante Robert
Mitchum),
un predicador perverso y sicópata.
En
consecuencia nos hallamos ante una terrorífica y al mismo tiempo
poética fábula sobre el bien y el mal, el amor y el odio,
entremezclados pavorosamente. Como en un cuento de los hermanos
Grimm.
E igualmente ante una puesta en escena de una pasmosa belleza,
llevada a cabo por un magnífico actor de cine y de teatro que
trabajó con la flor y nata de Hollywood, y que a sus 56 años de
edad no quiso decir adiós al 7º Arte sin dejar su impronta. ¡Ah! y
eso sin olvidar a la estrella invitada, la monumental Lillian
Gish
(Springfield 1893 – Nueva York 1993) en el papel de la idílica
Rachel. A ver sin excusa alguna.
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