
La
historia, que se inscribe en el mejor cine expresionista alemán,
recordando – entre otras películas del género – a “Nosferatu”
(1922) de F.W.
Murnau
o a “M”, el vampiro de Dülsseldorf” (1931) de Fritz
Lang,
cuenta la terrible odisea de John y Pearl, dos niños que guardan en
una muñeca un botín que su padre ha robado, y que es codiciado
hasta la obsesión por Harry Powell (impresionante Robert
Mitchum),
un predicador perverso y sicópata.
En
consecuencia nos hallamos ante una terrorífica y al mismo tiempo
poética fábula sobre el bien y el mal, el amor y el odio,
entremezclados pavorosamente. Como en un cuento de los hermanos
Grimm.
E igualmente ante una puesta en escena de una pasmosa belleza,
llevada a cabo por un magnífico actor de cine y de teatro que
trabajó con la flor y nata de Hollywood, y que a sus 56 años de
edad no quiso decir adiós al 7º Arte sin dejar su impronta. ¡Ah! y
eso sin olvidar a la estrella invitada, la monumental Lillian
Gish
(Springfield 1893 – Nueva York 1993) en el papel de la idílica
Rachel. A ver sin excusa alguna.
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